elbalcondecas
Dejó
su habitación, dejó su casa. Cambió de ciudad, cambió de lugar de trabajo
decidida a pasar página; aquella relación no le convenía. Rompió todos los papeles y regaló todos los
objetos que le recordaban a él. Borró el nombre de él de su piel. Cambió
aficiones y vicios compartidos: dejó el tabaco; traicionó a la gran
multinacional americana; substituyó Cola cao por Nesquik, y a Damn por Alhambra
1925. Hasta se cambió el color de su pelo para no recordar que a él le
encantaba mesarlo, besarlo, adorarlo, dedicarle poemas… “A mi reina Azabache”.
Pero
no hubo nada que hacer, aquel hombre por más que ella hiciera por olvidarlo se
mantenía pegado a sus vísceras. Así que
un día de sol radiante y cielo despejado, dos años después, lo vio todo claro,
y decidió rendirse. Marcó el maldito número de teléfono que nunca logró
eliminar de su memoria.
El
contestó pero ella se puso nerviosa y colgó. Al cabo de un rato decidió enviarle
un whatsapp que decía “Te quiero irremediablemente”. Dos horas más tarde
contestó él: “Lo siento. Yo ya puse remedio”.
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