El año pasado no me trajeron lo que pedí. Esta era mi carta:
QUERIDOS REYES MAGOS DE ORIENTE:
Como este año
he sido buena,
en el buen sentido de la palabra
buena...
He dado de comer
beber y abrigo
al necesitado,
escuchado a la amiga desolada,
con la amiga dichosa reído,
acompañado a mis padres
ancianos,
gozado de la juventud de
mis hijos,
acogido y regalado al amado...
Besado al planeta todo,
Aire, Mar, Tierra...
Predicado Paz,
censurado Guerra...
Como este año
he hecho los aburridos
deberes consabidos
de mamá-ama-de-casa,
es decir,
la compra, la comida,
la cena, la limpieza,
la colada...
Todo menos la plancha
(Ya veis,
ni mentiras oficiosas
digo)...
Como este año, repito,
me he portado bien
(espero que perdonéis mi divorcio y
que lo echara de casa),
os pido por favor,
a vosotros mis Magos,
una varita mágica
de las de verdad,
para huir
de mi realidad negra que
me encarcela, me envejece,
me deprime y me ahoga,
y me convirtáis en
libre, amada, otra,
para renacer al lado
de mi amado
-amante él también
feliz y libre-
sin tener ninguno
memoria del pasado,
sin obligaciones ni deberes,
sin compromiso de futuro,
sin miedos,
sin mi yo funesta
Casandra
que todo lo enturbia.
Gracias os da la que
firma más abajo
y que promete portarse bien
en lo que le quede de vida.
La nueva no sé si lo hará.
Me trajeron cosas… pero no la varita. Y como no me la trajeron, me llevé un tremendo berrinche. Cuando era pequeña pedí una cuna magnífica para mi muñeca y no me la trajeron (a la vecina de abajo, que también la pedía, sí). Mamá me dijo que seguramente esas cunas se les habían acabado a los Reyes al llegar al sexto y como nosotros vivíamos en un séptimo... El recuerdo volvió a mí el año pasado. Pero esa explicación de mi madre no funcionaba para con la varita mágica ya que ahora vivo en un tercero.
Y como no daba con la respuesta al por qué me habían dejado sin varita mágica, escribí una carta de reclamación a Sus Majestades de Oriente y obtuve respuesta. Resulta que para obtener una de esas varitas, los Reyes y sus ayudantes, estudian muy bien a la persona que las pide y sus circunstancias y sus deseos, pues pueden ser estos peligrosísimos. Pues bien, Los Reyes Magos que lo leen todo, leyeron mi carta y mi mente. Cuando vieron para qué la quería votaron los tres “denegada”. Ahora, pasado un año, un año más madurita, me doy cuenta de lo bien que obraron. Hicieron bien, como siempre fueron justos y estuvieron acertados… ¡menudo peligro esa varita en mis manos! ¡Menos mal! Pensar que quería borrar mi pasado y renunciaba a todos mis deberes diarios y a mi compromiso de futuro… ¿y querer la varita para atraer y retener a nadie a mi lado? ¡Desde luego! Hay que estar majara o enamorada.
En fin que este año… bueno, aquí os dejo la carta de este año para que veáis lo que pido.
Mis Queridos Reyes Magos:
Después de mucho vivir y sentir este año, después de pensar un poco… llega este día en que tengo que escribiros una carta y pedir algo. No quiero cambiar gran cosa de mi persona, ni física ni mental… ni actuar sobre la voluntad de nadie… Quiero, eso sí, un espejito mágico que he visto en Ikueño, que refleja una imagen exacta de una misma (por dentro y por fuera), imagen que te gusta y satisface. Mientras te miras al espejo sonriendo, se escucha una vocecita dulce pero firme y verdadera que te dice: “Nena, tú vales mucho”.
Las cosas más “grandes”(quizás debería decir cosas serias) ya se las he pedido al Niño de quien ya conocéis su Magia Divina.
Así pues eso (el espejito mágico de Ikueño)es lo que les pido este año a Ustedes, mis queridos Reyes Magos y en especial a ti mi Rey Blanco, mi Rey Ángel, a quien tanto quiero, porque desde que era niña nunca has olvidado de dejarme un beso en la mejilla cada madrugada del seis de enero.
Y ya no me queda más que deciros, como cada año, que intentaré seguir siendo buena.
Un saludo,
Mar
Más cartas a los Reyes en casa de
GUS.